Sobre la Reforma Electoral
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- 18 ago.
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Por una #SociedadHorizontal. Por una #NuevaRepública.

Autor: Armando Ríos Piter
18 de agosto de 2025 - Para nadie es un secreto que el actual modelo de representación política, en el que se ha basado por más de un siglo el Estado Liberal Democrático, está en crisis y requiere de cambios profundos. En una sociedad global como la actual, con mecanismos tecnológicos que han “exponenciado” las capacidades de comunicación, involucramiento y participación de sus integrantes, el viejo modelo democrático, dependiente de los partidos políticos tradicionales, parece cada vez más anacrónico.
Hoy que la gente logra informarse y organizarse casi de forma inmediata, en torno a causas, intereses y objetivos comunes, parecería que la representación de los Poderes Públicos -separados entre Ejecutivo, Legislativo y Judicial- la cual fue ideada desde tiempos de la Ilustración, requiere de una actualización radical. Frente a dinámicas como la hipertransparencia o la “infodemia”, retos como la verificación de los actos y hechos públicos, la incorporación de instrumentos que faciliten la “tecno-democracia”, así como la consolidación de una mayor democratización directa de las decisiones colectivas, son cuestiones fundamentales para la evolución de las instituciones liberal-democráticas.
La toma de decisiones legislativas y reglamentarias a partir de votaciones masivas, la supervisión de la administración pública a través de inteligencia artificial o la incorporación de “jurados populares” que orienten a juzgadores con el “sentir social” respecto a determinada litis, son solo algunos ejemplos de lo que es probable que, en pocos años, sea una realidad universal. La rendición de cuentas y los contrapesos podrán descentralizarse en millones de personas hiperconectadas. El desafío no está en pensar si esto será posible, sino en idear una organización donde la relación con el poder, garantice que las personas se acerquen y vuelvan más compasivas en sus vínculos comunitarios, por encima de la mecanización artificiosa por la que muchos apuestan.
Sirva este recuento, para presentar una mínima parte del universo sobre el que se avizora el futuro de la sociedad global para los años siguientes. En este contexto, cabe entonces preguntarnos, ¿es esta la esencia sobre la que descansa la transformación en torno al poder por parte de Claudia Sheinbaum? ¿Realmente busca la mandataria mexicana una mayor democratización de la vida pública? ¿Su reforma electoral realmente busca una mayor participación de la población mexicana? ¿O acaso se trata nuevamente, como ocurrió con la Reforma Judicial, de un engaño para concentrar el poder aún más, en torno a su grupo político?
La amalgama que formaron una parte de la “izquierda mexicana” junto con otra del “nacionalismo revolucionario” -y que dio origen al actual grupo gobernante- representa la fusión de dos visiones claramente antagónicas a la competencia política.
Por un lado, el partido comunista en el que militaron personajes como Pablo Gómez -antes plurinominal y hoy encargado de elaborar la propuesta gubernamental- jamás tuvo en su programa de acción la representación electoral, base de los partidos liberales. ¿Cómo iba a hacerlo, si la competencia entre partidos, era considerada un instrumento de la burguesía? En Morena, la sumatoria de viejos troskistas, leninistas y maoístas, se hermanó con la visión del priismo unipartidista y antidemocrático. Ese modelo partidista del que, abrevó López Obrador en su temprana juventud y al que dio nuevo impulso como presidente de la República.
La tragedia es que ambas visiones se aprovecharon del discurso democrático y de la competencia electoral, mientras les resultó útil para alcanzar el poder. Apoyaron la competencia democrática, como un medio, no como un fin en sí mismo. En su conjunto, fueron el huevo de la serpiente que ingenuamente, muchos demócratas incubaron en su intento por transformar la vida pública del país.
A unos días de que regrese a sesionar el Congreso, es necesario recordar que, para construir una #NuevaRepública es indispensable, antes que nada, sanar a México; esto solo se logrará con inclusión, diálogo, cooperación y compasión entre todos los actores políticos y sociales.
Ante la convocatoria por una reforma electoral, recientemente realizada por la presidenta de México, hay que ser claros: ninguna discusión electoral, nimodificación del marco vigente, serán legítimas, si no buscan el consenso entre todos los actores políticos, no solo los del oficialismo. En caso de que se pretenda usar la misma aplanadora con la que se modificó al Poder Judicial, la fórmula con la que por décadas se buscó garantizar la expresión de la pluralidad en el país, se verá peligrosamente lastimada por un nuevo episodio de concentración de poder.






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